martes, 17 de marzo de 2009

No tuve nunca un sistema

No tuve nunca sistema
para leer salvo cuando no
leía nada sino revistas
Susy. Besos de lengua
dentro del agua
no había palabras
más exactas que slurft
o strelcht.

En ese tiempo me poseía
doble terror infundido por madre:
concentraciones de líquido
y los labios de los otros,
suponía que algún
científico los describía
como animales
representantes de la anarquía en
el universo lleno de leyes.

Ninguna de estas ideas
logré comprobar en las
revistas de las hijas
de los amigos de mis padres.

Las ponía delante para que
cubrieran mis ojos
y nadie supiera como veía.

Más tarde entrené para la guerra.
Besé a los fantasmas de la casa
vapor o aliento
en el metal de las cortinas.

El primer acto de valentía fue
enamorarme de las tazas de otro
de una chica que en algún lugar
supongo, vivía.

No pude llegar a sumergirme.
Invadía mi mente la imagen del agua.
Atiné a pronunciar slurft
algo se activó por azar.

Como todo estratega
reconocí el lugar, me cercioré
de que su cama no fuera de agua.
Penetré en un labio con precauciones.

Esta escena se repitió varias chicas.
Les gustaban mis zapatillas
Tenés los ojos tristes
es porque están hundidos
y me iba a otra parte
donde soñaba con pasar
las horas mejor.

Comencé la escuela de buceo.
Pronto fui un idiota.
Aprendía los secretos de la doma
pensaba como todo nuevo
chico domesticado.
Hay una maldad que solo encierra la ternura.

Hoy las hijas de los amigos de mis padres
tienen teléfonos celulares o familias.

Yo leo cosas nuevas para entender qué sucede.
Leo mucho, todo lo que puedo.
Cuando estoy triste quemo un libro y salgo al parque
a comprar viejos números de Susy.
Los labios anidan donde siempre
y mi casa fue comprada por un rico.